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Thursday, May 31, 2007

Women In Art

Mulher, sempre mulher

Vinicius de Moraes

Sunday, May 27, 2007

La Fábrica Estatal, segunda parte

Recibí un Telegrama, de La Fábrica: ESTA DESPEDIDO, PASE A COBRAR.

Mi aullido debió haberse escuchado en todo el barrio: la gente se agolpaba en la puerta y yo solo atinaba a mostrarles la sentencia de muerte. Me compadecían, recibí algún abrazo, pero el ánimo era de curiosidad, algo parecido a ir a un velorio y querer saber como es la Muerte. Yo era un muerto en vida, una escoria, un desgraciado que confirmaba los miedos ancestrales de la Ciudad. Había recibido el castigo de las autoridades de La Fábrica, “por algo sería, a mi no me puede pasar nada, ¿no?” me decían esas miradas. Casi me pedían consuelo, ellos a mí:” usted cometió una tontería ¿no es cierto? En cambio yo, je… Yo soy una persona con buen sentido, templanza y amabilidad.”

Cuando apareció Dora, echó a los vecinos, me dio una sonora cachetada y se encerró en la habitación a llorar. Opté por ir a casa de mis padres.

Me enteré después, que mis entrevistas con Pedro en la Taberna fueron mi delito: juicio y castigo sin apelación. Cobré mi último salario y me dispuse a morir en vida: solo, sin trabajo, sin honor.

Pero me decidí a realizar una loca acción. Le haría caso a Pedro: volaría por los aires la maldita Fábrica.

***

Me puse en contacto con Pedro, pero no ya en la Taberna sino en un sitio remoto y escondido: una cabaña en mitad del bosque, utilizada por turistas en el verano. Pedro apareció con un tipo (treinta años, piel amarilla: nunca toma sol, odia la Naturaleza, lee mucho, tiene revoluciones metidas en sus neuronas, no sabe amar, pero es buena persona, imaginé en una fracción de segundo)

- ¿No pensarás que lo que te dije fue en serio, no? -empezó.

- Pues fíjate que si, que me lo tomé muy en serio. Pienso que hay que volar esa fábrica, que explote, desaparezca.

-¿Simplemente porque te echaron pretendes que en este pueblo todos queden en la puta calle, sin trabajo? -Insistía.

- Somos esclavos, hay que destruir la cárcel…pero acaso no lo decías tú: ¡volar esa mierda! Y por encontrarme contigo en la Taberna es que me despiden y ahora me vienes con que era en broma, te vas a cagar, Pedro.

- Calma Leo. Que lo que yo quería era provocar un vuelco en tu pensamiento, que te cuestionaras la existencia de ese antro del cual este pueblo depende y que es el que no lo deja crecer. Organizan nuestra vida social, manejan el Centro Comunitario, hasta los matrimonios son auspiciados por La Fábrica. Disponen de esta cabaña para el verano, organizan concursos, kermeses, festivales, invitan a artistas nacionales a sus recitales, ¡joder!: nos pagan con espejitos de colores todo lo que nos desangramos ahí adentro, pegando cables de mierda en un producto de mierda.

- Tú no pegas nada, nunca trabajaste ahí -le contesté.

- Es igual: todos en este pueblo de alguna manera trabajamos ahí. Escucha. Hay que cambiar las cosas, tenemos que seguir hablando. Este es Paco: un discípulo. Creo que podrán ser buenos amigos…

- Hola- me saludó Paco algo cortado.

- Hola. ¿Y el tema de que va? ¿Como deshacernos de los monstruos que nos dan vida y nos la quitan, al mismo tiempo? Yo ya decidí qué hacer.

***

Ese invierno el precio del Producto de precipitó, cayó a su peor pozo desde la Guerra y entonces el pueblo supo, al fin lo que era una crisis. Ya no se trataba de diez o veinte suspendidos o de tres o cuatro despedidos: el 14 de abril de 19.. se publicó el Parte de Crisis Nro.1:

La Fabrica Estatal ha sostenido durante décadas al progreso de esta localidad. Más allá de vaivenes de la economía, la voluntad de mantener activos los puestos de trabajo y colaborar con las instituciones de la Comunidad se ha mantenido invariable, constituyéndose así en un blasón, en un emblema que mostramos al País con orgullo.

Pero, hoy debemos tomar una decisión dolorosa e inevitable: el precio del Producto bajó a los niveles más ínfimos. Las ventas se desplomaron, los mayoristas devolvieron sus pedidos, la cadena de pagos se cortó, nuestros proveedores exigieron pagos en efectivo contra entrega. Así no se podía continuar. El Supremo Comité del Estado pidió rápidos planes de contingencia y nuestros gerentes delinearon estrategias de salida. A partir de mañana se enviarán 556 Telegramas de Despido. Todo volverá a la normalidad luego del Periodo de Excepción que rige desde este momento. Es de esperar que el precio del Producto vuelva a sus niveles normales”

Todos los vecinos salieron a la calle, a llorar, preguntarse causas y efectos, se abalanzaron sobre los periódicos, fueron a la Iglesia, se visitaron, se reunieron, gritaron y gimieron: se sentían exactamente como lo que eran: juguetes, ramitas que la corriente arrastra y lleva donde sea, ratoncitos asustados, cucarachas aplastadas, polvo a merced del viento.

Pero yo no.

Para aquel momento, de la mano de Paco y otros despedidos ya habíamos organizado una Red de Conspiradores cuyo propósito era volar la Fabrica de la Ciudad. Leíamos los clásicos anarquistas, construcción de artefactos explosivos, acción conspirativa, organización en células, doctrina ácrata, misticismo hindú, budismo y espiritismo. Un mundo de sabiduría que desconocía se abría a mi contemplación. Era un éxtasis permanente.

Mientras me perdía por ese sendero, la Ciudad agonizaba. La gente era reincorporada en cuentagotas a la Fábrica. Cada mes, veinte o treinta operarios se integraban al trabajo. Sus celebraciones contrastaban con el silencio de los relegados: los más viejos y los más jóvenes, los más flojos, los quejosos, los discutidores, los bromistas, los débiles, los necios, los muy bajitos, los excesivamente gordos, los demasiado inteligentes, los feos. Todos ellos eran desplazados al limbo. Aguardaban con débil esperanza estar en la Lista de Reincorporados, pero mes a mes se les apagaba el brillo, se les acababa el crédito, se iban diluyendo hasta que se incorporaban a la masa de perdedores, hurgadores de tachos de basura, nómades, locos sueltos.

Yo, sabía, no acabaría así.

Últimamente había comenzado a tener contacto directo con los explosivos que eventualmente elegiría. Me había decidido por la dinamita, dispuesta en torno a un cono que asegurara un enorme poder de penetración. Recordaba las gruesas paredes de La Fábrica, su contundente estructura y el enorme tamaño de su planta. Se requerirían no menos de diez focos, diez bombas de dinamita para voltear semejante arquitectura. Me entusiasmaba el mundo de los explosivos: ya sabía de memoria la característica de la nitroglicerina, la pólvora negra, el TNT, la dinamita. Esperaba ansioso poder probar alguno de ellos, pero sabía que eso era imposible por el estruendo. Me contentaba entonces con leer artículos en la Biblioteca y mirar todas películas de guerra que pudiera. En mi mente se agolpaban términos como Detonadores, Mecha lenta u ordinaria, Cordón detonante y relés de retardo, Barrenos y pegas, Taqueo. ¿Sería capaz de adquirir los componentes, almacenarlos, mezclarlos con seguridad, armar las bombas, colocarlas y hacerlas detonar?

Con Paco, al fin, organizamos una excursión a las montañas. Ahí, perdidos en valles inhabitados detonaríamos nuestros explosivos.

Cuando llegamos al nacimiento de Río Rante al fin mis deseos se cuajaron: armamos las bombas de dinamita, las conectamos a un sistema eléctrico de detonación y…el rugido se escuchó, el aire vibró, la onda expansiva nos tiró al piso, gritamos, aullamos, nos abrazamos, excitados.

Volvimos renovados.

Friday, May 18, 2007

La Fábrica Estatal, primera parte

Ahora que todo pasó, que La Fábrica voló por los aires dejando un enorme pozo negro, chatarra destrozada y un olor persistente a azufre, ahora, repito, es tiempo de contarlo todo.
Esta ciudad vivió siempre por, para y con La Fábrica Estatal. Como una mala copia de esos castillos medievales que coronaban cada población, La Fábrica alzaba sus feas torres y estructuras muy por arriba de los techos de la Ciudad, destacándose como el único poder, la única fuerza que se acercaba un poco más al Cielo.
Nunca supimos qué se fabricaba allí. Solo veíamos entrar diariamente camiones cargados de productos ferrosos, cauchos y plásticos, y salir, ordenados y limpios, unos camiones amarillos, cargados con El Producto. Se sospechaba que era algún componente que intervenía en la industria automotriz, pero ni los ingenieros más sagaces podían asegurarlo.
Alguna vez se formaban grupos de intrépidos que seguían en sus pequeñas motocicletas a los camiones amarillos, pero jamás averiguaron nada: en algún momento de la intrincada geografía de rutas, cortadas, autopistas, calles y pasadizos los vehículos se perdían de vista, desaparecían como tragados por el paisaje y era inútil persistir.
Los obreros (casi todos los hombres de la Ciudad entre dieciocho y sesenta años) sólo mentaban una larga y sinuosa cinta transportadora sobre la cual debían hacer sus tareas: sacar o poner diversas partes, ensamblar cables, remachar metales, pintar, barnizar, etcétera. Nadie sacaba nunca nada en claro.
La otra pregunta era: ¿y a quién le interesa saber qué produce La Fábrica?, no es asunto nuestro.
Yo opinaba así, por ese entonces. Mi destino estaba claro, desde siempre. Tenía veinte años y ya había ingresado a la Sección Maquilado de la División Patronificación. Mi futuro era promisorio: en cinco años ascendería a jefe de equipo, en diez a capataz de maquilado, en veinte ya podría ser supervisor de patronificación, en treinta ascendería a Coordinador de Área, y en cuarenta a Subgerente de Control. Me jubilaría a los 65 y viviría los diez últimos años de mi vida con una jubilación generosa. Qué más podría desear.
Pero otros, en cambio parecían pregonar siempre el descontento: ¿qué pasa si el producto cae en su cotización y cierra La Fábrica? ¿eh? , ¿Cómo sobreviviría en ese caso la Ciudad? ¿Y como podríamos ayudar los obreros a mejorar el producto si no sabemos qué es, para qué sirve?
Los callábamos con nuestros gritos y todo terminaba ahí, con un buen vaso de aguardiente en la Taberna.
Las autoridades de la Ciudad, en especial el Alcalde, trataban por todos los medios de limitar estos debates: publicaban Bandos u Ordenanzas como ésta:

“Señores vecinos: es sabido que nuestra suerte como Ciudad privilegiada depende de las excelentes relaciones que mantengamos con los administradores gubernamentales de la Fábrica. Nuestra progresista localidad, a diferencia de las tristes vecinas de la comarca goza de seguridad económica, una sabia administración municipal y un hermoso balneario a orillas del río. Se ha oído en diversas reuniones de vecinos sugerir que se debería reclamar información a los Gerentes sobre diversos aspectos de La Fábrica. Las autoridades del Municipio informan que serán extremadamente severas con esas personas: se les exigirá el pago anticipado de tasas y gabelas bajo amenaza de Juicio Ejecutivo por Morosidad. Retomemos la tradicional senda del buen sentido, la templanza y la amabilidad”
La gente leía estos bandos, sonreía y juraba algo.

***
Para esa época me puse de novio, como era previsible. Las chicas de nuestra ciudad se dividían en dos grupos, las empleadas de La Fábrica y el Resto: empleadas en la Alcaldía, maestras, administrativas, vendedoras de tienda y enfermeras.
Estaba decidido en el ánimo familiar que a mi me tocaría una del Resto. Así que enfilé mis pasos –es un decir- hacia la candidata: una pálida chica de mi cuadra con la cual cambiaba rituales saludos de buenos días y poco más. Cuando fue evidente para todo el vecindario que éramos el uno para el otro, tomé la iniciativa de invitarla al Baile de Primavera en el Centro Comunitario. Ella pareció sorprenderse y me susurró un cierto “sí”, teñido de sombras de duda.
Nos casamos al año y fuimos a vivir a unos departamentos cercanos a La Fábrica, lo cual me permitiría ahorrar en transporte, aunque a ella la dejaba lejos de su puesto de trabajo como secretaria del Asistente Tercero del Jefe de Sumarios Administrativos del Municipio.
Al mes me nombraron Adjunto Segundo del oficial de Mantenimiento. Y lo festejé con Celia, mi hermosa amante, secretaria del Primer Ayudante de Contaduría. Ella era de La Fábrica: sentía el persistente zumbido de su núcleo, al igual que yo. Allí en La Fábrica se podía percibir la vibración del poder. En cambio Dora, mi mujer, era residente de otro universo, alejado del verdadero corazón de todo.

***

Así vivía yo en esos años de preparación: excitado por La Fábrica, por su magnífico poder y por su callada amenaza de cerrar algún día: cuando bajaba la demanda del Producto se producían despidos o suspensiones temporarias de personal. Terror. Paseaban los supervisores por los pasillos laberínticos y con un leve movimiento de cabeza señalaban a las víctimas. En silencio, mientras los metales de La Fabrica se estremecían chirriando, todos los trabajadores miraban al elegido, lo despedían con la mirada y renovaban sus tareas. Algunos se persignaban.
A mí, como a todos en algún momento, me tocó. Fui elegido junto a veinte más para “tomar un Descanso Programado” como se leía en el Telegrama que recibí dos días después de la seña del supervisor.
No puedo relatar acá mi terror. Perder el trabajo en La Fábrica te convertía automáticamente en un marginal: perdías el crédito, te desafiliaban del Centro Comunitario e incluso en tu Iglesia podías sufrir discriminación. Claro que una suspensión temporaria no era el Despido Definitivo, pero…por algo se empieza y todos los casos de despido fueron precedidos de “descansos programados”.
Yo ya tenía el mío. Dora me miró con reproche y me preguntó
- No habrás estado alborotando a los jefes con preguntas impertinentes sobre El Producto y todas esas bobadas.
- Pero no, querida. Sabes bien que soy una pieza perfectamente adaptada al sistema. Se trata de un descanso, una pausa que me proponen para cambiar un poco de aires.
Me miró como con una mezcla de desprecio y lástima.
- Suerte que yo sigo con mi trabajo en Sumarios –agregó con rencor.
Se fue y me dejó en la cama, dispuesto a disfrutar de mi obligado descanso.
Dormí hasta el mediodía. Leí las noticias, escuché la radio, leí algún libro olvidado, ojeé cartas viejas, garabateé en un cuaderno, miré el techo, dormité otra vez. Llamé a Celia. Le expliqué mi nueva situación. No se enojó, pero tampoco pareció conmovida por mi angustia: solo murmuró algo y pretextó un apuro para colgar. Después recibí una llamada de Pedro, uno de los alborotadores de Taberna. En resumen: que se compadecía, que estaba muy mal lo que me habían hecho y que me invitaba a hablar con él, esa tarde, en la Taberna.
Fui, más por aburrido que por interesado. Ahí estaba, con su pipa y su larga barba, tomando el coñac de la tarde. Nunca había trabajado en La Fábrica. Era maestro, literato bastante malo, había intentado ser concejal, un fracaso, en suma.
- Hay que volar por los aires a esa bolsa de mierda que nos está acabando. – me lo dijo así, de primera, sin preámbulos, por lo cual me puse de pie y me fui de ahí sin saludar. Habrá gente loca, pensaba mientras corría hacia mi casa.

Cuando, días después, retomé el trabajo sentí un lejano rencor, que nacía del centro de mi cabeza: como una sirena remota que indicaba alarma. No le presté atención y me sumergí en la inmensa Fábrica, ansioso por retomar el trabajo, entusiasta por reparar la mala imagen que había dejado en mis jefes.
Debo describir ahora la sensación de pequeñez que te invadía al entrar a La Fábrica. Toda referencia cotidiana: una ventana, la cocina de tu casa, el autobús, perdía allí todo sentido. Las puertas, por empezar, eran como la entrada al Paraíso o al Infierno, supongo: de una dimensión inabarcable, gruesas, firmes, duras, eternas, marcando de una vez y para siempre que el afuera quedó atrás y ahora, niño, estás Adentro. La inmensa sala central se perdía entre las brumas y los vapores generados por las incontables máquinas que bordeaban la zigzagueante cinta central, la gran columna vertebral que juntaba las dispersas naderías que los diversos operarios contribuían a conjuntar. El Producto iba avanzando por esa cinta, recibiendo el homenaje que cada Grupo Operativo de Tareas le rendía: unos tornillos, algún conductor, válvulas, cableados. Naderías.
Unas extrañas tuberías bajaban, subían, se cruzaban en diagonal, rotaban, te rodeaban, impidiéndote ver más allá, hacia el techo, que presumíamos se extendería en algún lugar.
Cuando cada cual ingresaba a su Área Operativa la visión se estrechaba: solo veías un muro gris separándote del resto del mundo. Te concentrabas entonces en lo único vivo que había por allí: la Cinta trasportadora y su preciosa carga.
A veces, no se sabe cómo, veías un papel sobre la cinta, un mensaje, una carta de amor, una amenaza. Por lo general eran malas palabras, inmensas y obscenas puteadas. Al rato, la cinta se detenía y una voz amenazaba con sanciones infinitas “al gracioso de turno”.
A las dos horas de trabajar sobre la Cinta, podías tener un descanso de diez minutos. Ir al baño y estirar los brazos, fumar y leer apresurados algún diario y nuevamente a trabajar. Ocho horas así, mirando la Cinta y el Muro gris.
Ese día, reincorporado en activo al proceso productivo, pasó sin incidentes: solo un desmayo en la Sección Pivoteo. Vi pasar a un par de Sanidad, con una camilla y, al rato, el urgente traslado de un viejo. Los enfermeros bromeaban entre ellos, como siempre hacen en todos los institutos de salud del mundo. Dicen que así contribuyen a tranquilizar al paciente, haciéndole ver que lo suyo no es grave. Pero ese viejo echaba espuma por la boca y parecía morirse y ellos seguían bromeando sobre las chicas que conocieron anoche.
Cuando al fin volví a casa, saludé a Dora con un sonoro beso: todo había vuelto a la normalidad. Ella me devolvió el beso y fuimos a la cama, por primera vez en tres meses. No estuvo mal. Pensaba en Celia.
Al otro día recibí un llamado de Pedro, el crítico de Taberna. Se disculpaba por la brusquedad del anterior encuentro y me invitaba a charlar “sobre la vida” esa tarde. Acepté. Estaba extrañando algún amigo, quizás este excéntrico pudiera ser buena compañía. Es cierto, tenía amigos. Pero adivinaba en ellos la misma agónica rutina que los hacía idénticos a mí. Y eso me aburría. Los quería, pero eran tan previsibles como las románticas películas que veíamos en el Cine, los sábados.
Eran todos muchachos de mi barrio, de mi escuela, todos trabajaban en La Fábrica y todos ya estaban casados con las respectivas vecinas. Íbamos todos al Centro Comunitario a jugar al fútbol y a beber cervezas.
De vez en cuando alguno de nosotros se largaba a llorar, entupidamente. Quizás alguno recordaba un sentimiento fuerte, un deseo les afloraba, ganas de mandar todo al diablo y escapar de La Ciudad y su bendita Fábrica. Pero duraba solo unos instantes, jamás había preguntas ni explicaciones.
Me atraía Pedro: parecía sapo de otro pozo, tenía una historia para contar.


(Continuará)

Thursday, May 10, 2007

Mi primer cuento: Navegando por la Net


Navegando por la net, como es mi costumbre desde hace unos meses, me encontré con este curioso documento que paso a reproducir.

«Tengo un descubrimiento, una alegría que comunicar.

»Como se sabe, la vida se nos va, cada día. Nos despide en cada mirada fugaz, irrepetible, en ese trozo de conversación que escuchamos en el bar, y que nunca volverá.

»Dirán que estoy deprimido, que estos pensamientos sólo los tienen los suicidas o los locos. Pero la verdad es que me he pasado los últimos treinta años de mi vida despidiéndome de ella, como todo el mundo.

»Me despido, cada mañana, del trocito, circular y verdoso, de pasta dentífrica que uso. Me da nostalgia saber que ese trozo, justamente ése, nunca podrá saber cómo me irá durante el día que comienza.

»Ni que hablar de la lechuga del mediodía o del café de la tarde. Se me hace un nudo en la garganta recordar, también, el diario de ayer, yaciendo al lado de la bolsa de basura.

»Harto de nostalgia, hace pocos meses decidí guardar todo.

»Así, con una herencia oportuna (de un monto bastante considerable) compré un enorme depósito por Nueva Pompeya.

»Lo primero que acomodé fueron los infinitos papeles que juntaba en los cajones de mi escritorio (cartas, facturas de luz, pruebas escritas del secundario, pañuelos de papel, diarios de 1967 a 1985).

»Más dificultoso fue poner en práctica el proyecto de guardar todo. Quiero decir, todo lo que pasa por mis manos. Libros, boletos, billetes, escarbadientes, bifes, tornillos.

»Al principio me organicé de tal forma que todas las compras fueran de dos unidades, de cualquier cosa. Deme dos diarios, deme dos caramelos, deme dos paquetes de Jockey.

»Uno, pobre, el que desaparecería, era consumido normalmente. El otro, su doble, tenía destino de eternidad: lo almacenaba en mi depósito de Pompeya, al cual concurría con mi botín al fin del día.

»El problema, claro está, eran las comidas fuera de casa. Al principio el pretexto era que tenía alguien enfermo en casa y entonces marchaban dos espaguetis a la boloñesa, uno para llevar.

»Como el procedimiento era engorroso y poco creíble, decidí no comer más fuera de casa. Rechacé invitaciones y produje absurdas combinaciones de horarios con tal de poder comer en casa. Siempre.

»Otro tema eran las compras. Los almaceneros, carniceros y diarieros del barrio no terminaban de acostumbrarse a mi sistema. La sonrisas y comentarios en voz baja me fueron alejando cada vez más, en busca de nuevas caras. Vivo en Palermo. La última compra de cigarrillos la hice en Flores, a la altura de Rivadavia al 8.000.

»El supermercado es ideal. Allí nadie se sorprende de mi empeñosa manera de comprar todo doble.

»En mi depósito, clasifico el material por día, semana, mes y año. En las heladeras industriales que compré en remates, acumulo lomos, tomates y huevos. Trato, en general de evitar alimentos frescos, así que opté por dietas macrobióticas, plenas de granos y pastas imperecederas.

»Veo, lógico, dos veces cada película. La videocasetera actúa diligentemente en mi ayuda, permitiéndome ver cada programa dos veces. Mi videocámara me acompaña casi siempre, por lo que, al fin del día, repaso todo lo que viví. Lo mismo, el grabador portátil que siempre me llevo en el bolsillo.

»Vivo intensamente. Y revivo todo. Y eso lleva tiempo. Así que he introducido el insomnio como vocación, más que como condena.

»Rememoro —que no recuerdo— casi todo. Cuando no ubico qué comí el 23 de agosto de 1994, tomo un taxi hasta el depósito, recorro las estanterías y compruebo con exactitud aquella cena. También recupero lo que leí mientras cenaba y qué programa de televisión disfruté en la sobremesa.

»Un problema mayúsculo es la gente. Como se comprenderá me resulta difícil duplicar personas. Opté por minimizar mi contacto con ellas. También, naturalmente, amigos y conocidos comenzaron a alejarse, seguramente debido a mi insistencia en fotografiarlos o filmarlos, pensando en que era presa de algún mal incurable.

»Despedí a mi mucama y realizo casi todas mis operaciones bancarias a través de cajeros automáticos. Salgo cada vez menos, a excepción de mis travesías en busca de cigarrillos o mis visitas al súper.

»La tecnología de fin de siglo me ayuda, debo reconocerlo. No es necesario ir a los multitudinarios cines de antaño. Ahora con el cable o el videoclub, paso mis horas de espectador sin tener que compartirlas con nadie.

»El teléfono, fijo y celular, la computadora, el fax, el cable, el correo electrónico, los videojuegos, las redes informáticas, el módem, el escáner, la radio y la televisión me permiten interactuar con el mundo de manera casi perfecta sin necesidad de tocar a nadie. En ese mundo de copy and paste, de record and play mi vocación por la duplicidad se expande al infinito. Sin ningún costo obtengo una copia de la realidad, exactamente igual a la realidad. El mapa sí es el territorio. La vida puede retenerse, guardarse, copiarse, archivarse y recuperarse eternamente.

»Ése es mi descubrimiento, mi alegría que, reconozco, no es plena porque no puedo conversarla con nadie, a riesgo de que el hechizo se rompa. Sólo me queda distribuir el presente documento por la net, a la espera de respuestas a la dirección de email artgonza@data.com.ar

»Gracias.»

Pip.

©1995

(Publicado en Badosa.Com; octubre 2000)

Tuesday, May 08, 2007

Autobomo: comentarios sobre mis blogs

Antonio Giossa es un uruguayo enamorado de la web, que creó su propio blog (http://bustismos.blogspirit.com)

Tuvo la amabilidad de publicar una sátira mía sobre los "ecologistas" entrerrianos y su llegada al poder. Las repercusiones fueron inmediatas: transcribo los comentarios del primer día.

(un poco de autobombo no le viene mal a nadie):


Estimados:

Todos sabemos que Internet - y en particular, la blogósfera - es una fuente inagotable de riqueza literaria. Y, en algunos casos, hay joyas ocultas que casi nadie conoce. Pero están ahí.

Hoy de mañana recibí un e-mail de Esteban Lijalad. No lo conocía, pero me pedía que publicara un cuento de ciencia ficción, divertido, sobre un posible conflicto bélico entre Uruguay y Argentina. Me divirtió muchísimo, principalmente las referencias al discurso del venezolano Chávez.

Lo cargué en mi blog y, presto, comenzaron a caer varios comentarios. Todos elogiosos. Me extrañaba la no-aparición de algunos "clásicos" del blog, pero por intercambios de comentarios por correo electrónico descubrí que estaban ocupados... leyendo ávidamente los blogs de Esteban.

En particular - y como fanático de Asimov - me encantó el corolario de las Leyes de la Robótica. Y, tomando en cuenta el conflicto por las "papeleras", me divirtieron los tres o cuatro cuentos o historias que hay al respecto. Una visión muy ácida y crítica sobre la irracional postura de los asambleístas, que esconde mucho de politiquería barata de puntero peronista cubierta a las apuradas con un poco de pátina ecologista.

Para mi asombro, los blogs de Esteban no tienen casi comentarios. Eso, en lenguaje de los blogs, significa que no tienen muchas lecturas. Y, justamente, Esteban me lo terminó por confirmar en uno de los comentarios que dejó en mi blog.

Agradeciendo las más de tres horas que pasé divirtiéndome de lo lindo con sus cuentos, permítanme sugerirles la visita a los blogs de Esteban Lijalad. Y, si están interesados en comentarles su opinión, pueden enviarle mensajes a estebanlijalad@uolsinectis.com.ar. Estoy seguro que agradecerá la atención y lo motivará aún más a seguir escribiendo. Si escribía con ese nivel, aún pensando que nadie lo leía, lo que será ahora...

Los blogs...

Cuento Semanal
http://cuentosemanal.blogspot.com
http://cuentosemanal2.blogspot.com
Monología
http://monologia.blogspot.com

Un abrazo a todos.
________________
Antonio F. Giossa
Buenos Aires | Argentina



____________
Antonio Giossa
PD: En un intercambio de emails con él, le pregunté el motivo del retorno del 'Cejas' y me respondió que, en Uruguay, Sanguinetti es eterno... Espero que se equivoque :)

Anotado por: Antonio Giossa | martes, mayo 08, 2007

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Me entretuve largo rato y aun sigo disfrutando enormemente la lectura de los blogs de Esteban.

Antonio, ¿es el mismo Esteban que escribe comentarios en tu blog?

Un beso. Lucia.

Anotado por: Lucia | martes, mayo 08, 2007

que hago??? que hago???

¿¿me quedo con Bustismos de Antonio, que me divierte y me informa o mejor me quedo con Cuento Semanal de Esteban, que me divierte como loco y estoy seguro que me convertiré en un fanatico???

Ya se

Sigo leyendo los dos!!!!!!!!!!!!!!!!

Felicitaciones al blogger Esteban y adhiero a la consulta de Lucia. ¿Es el mismo Esteban que postea muy buenos datos en Bustismos?

Un abrazo fuerte a la barra del blog

Juan Alberto
Uruguayo residente en Mexico DF

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Muy bueno !!!
Lastima que no comenta la triste historia de lo que ocurrio con FILANDIA a partir del 2009.
El archi-contaminado-contaminante pais empezo a sufrir las terribles consecuencias de su maldad papelera. Fue durante la primera presidencia de Linus Torvald que empezaron los primeros casos, que si bien eran aislados no por eso menos preocupantes:nacian niños con extrañas malformaciones etico-sociales. Al principio se desconocia esta extraña patologia, sin embargo expertos sudamericanos llegaron a una conclusion alarmante: sin lugar a dudas los FILANDESES estaban dando a luz a hijos peronistas !!!
Finalmente este detestable pais estaba al fin pagando sus pecados !!
La situacion fue empeorando rapidamente, su sociedad se fue descalabrando, argentinizando, tinellizando, maradonizando hasta llegar a un grado practicamente disfuncional.
Alrededor del 2015 un grupo de maestros cortó todas las vias de acceso al pais, aeropuertos y comunicaciones incluidos. A partir de ese momento no existe informacion fidedigna de que es lo que realmente ocurre detras de la "Cortina de Papel"

Anotado por: Perikles | martes, mayo 08, 2007

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Conozco el blog de cuentos semanales desde hace varias semanas y confieso que disfruto la lectura de lo que sale de la imaginación y el conocimiento de Esteban. Lo adoro.

De casualidad entre hace una semana a este blog gracias a un link en blogalaxia y encuentro que mi blog preferido tambien es promocionado aqui. Que felicidad!!!!!

Gracias Antonio por compartir sin problemas la nota de humor de Esteban y publicar gentilmente los links a los blogs de el.


Diablita argentina

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Con respecto a los blogs de Esteban, aún sigo prendido a ellos, leyendo sin parar.
E X C E L E N T E S ! ! !

Saludos.

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Antonio Giossa

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Esteban:


Mis felicitaciones, voy por la mitad de la lectura de tu blog y sigo sin parar.


Andrés Lagomarsino.

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Yo recomiendo leer atentamente la nota titulada "Pasteras: Razón o locura" escrita a mediados del año pasado.

Extraigo como ejemplo lo siguiente:

El asambleísmo, esa forma elemental de pseudodemocracia -donde triunfa el más enfático, el más sensiblero o el más audaz, nunca el que expone el mejor argumento- intenta transformar a Argentina en una inmensa y permanente arena de debate, donde “el pueblo” decide sobre todo: justicia, economía, trabajo, ecología, cultura. Las “masas movilizadas” (o sea: los 500 asambleístas de Gualeguaychú) se arrogan el derecho de dictar nuestra política exterior; los 100 padres, quien gobernará Buenos Aires; 40 militantes de FUBA, quien gobernará la UBA, y así sucesivamente.

El link:
http://monologia.blogspot.com/2006/12/pasteras-razn-o-locura.html

La Profe.-

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Recomiendo plenamente todos los escritos de Esteban Lijalad en sus blogs, pero destaco en particular algunos:

Socialismo social
http://monologia.blogspot.com/2007/05/socialismo-social.html

Calentamiento Global: no te calentés
http://monologia.blogspot.com/2007/04/calentamiento-global-no-te-calents.html

Y un aplauso para Poesía de Crisis (http://monologia.blogspot.com/2007/01/poesa-de-crisis.html), me daba la misma sensación cada vez que escuchaba a ese notero del informativo de Canal 13. Se mete en el barro de una chacra de Entre Ríos, inundada hasta la copa de los árboles, con animales muertos y paisanos obligados a abandonar su casa y su tierra; y al notero le sale flor de nota en poesía, igualito igualito a como lo comenta Esteban.

Gil Grissom
Miam, FL

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a mi el que mas me está gustando es 'Australopitecus'. Y junto con el me gusta muchisimo "Piteca', la historia de la hembra que se hizo mujer.


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Mis dos preferidos.............

Meteorologías

Las Tres Leyes de la robótica y un Corolario

Pero están en http://cuentosemanal.blogspot.com/, el primer blog de Esteban casi al final, abajo de todo.

Andrea Lombardini

Agradezco los elogios. Mi sorpresa- creia que NADIE leía mis blogs - se mezcla con el entusiasmo de haber dado con un espacio en donde no reina la agresion, como en tantos foros, sino el respeto.
Me impuse el deber de mantener mis blogs porque sabía que a la larga "alguien" daria con ellos. Prece que llegó ese día. Gracias a todos.
Esteban

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Dear Esteban:

Congratulations! You have an excellent blog and very good stories!

Keep writing!!!!

Yours.

Paul Steimberg
London
, UK

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Antonio: Muchas gracias por divulgar el blog de Esteban.
Es brillante! De alguna forma más o menos entrecortada no he parado de leer sus escritos entre trabajo y estudios.
Sería injusto decir cual me pareció mejor, pero en todos hay una sensibilidad exquisita acompañada de una narración impecable. Ahora si es por mencionar alguno recomiendo, además de los que ya dijeron, Idioma Unico.

De todas maneras, quisiera hacer un llamado de atención sobre el comentario de Marcelo, el segundo de todos.
Abrazos

Anotado por: Luis Anastasía | martes, mayo 08, 2007