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Monday, March 13, 2006

Mi Barrio: Belgrano

Límites

Belgrano era un país, pero con provincias muy delimitadas.
De Cabildo- su avenida central- hacia Barrancas: los ricos en sus mansiones o en las recientes torres, altísimas, rodeadas de parques impecables, con porteros de uniforme..
Entre Cabildo y Cramer: Los antiguos pobladores del barrio y nosotros, los recién venidos. La clase media. El viejo Belgrano con casas aun del siglo XIX- la de Lucio Mansilla, por ejemplo- edificios más modestos- muchos de ladrillo ingles. Arquitectura que solo se encuentra en ese barrio, no en el resto de Buenos Aires.
De las vías hacia Melián: los ingleses y alemanes. Chalets con jardines, calles tranquilas.

Mirando un plano, a la izquierda, el límite era El Cano. A la derecha, el límite era Monroe. Había suburbios del gran Barrio: Belgrano C, el Bajo Belgrano, hundido bajo las Barrancas, lleno de vida pero ajeno al circuito belgranense. Estaba Colegiales, que era una extensión natural hacia Palermo, y Coghlan , hacia las remotas zonas de Villa Urquiza, la antesala del “interior” de la Ciudad. Porque Belgrano era el norte, el río, los bosques, el acceso rápido a la zona norte, los clubes, el aire puro. En cambio Villa Urquiza era el ahogo, la ciudad interior, casi sin límites a la vista: Villa del Parque, Villa Mitre, Villa Devoto, etcetera.

Como odiábamos a la ciudad y como queríamos al barrio. Es un sentimiento difícil de entender quizás.
La ciudad era (es) inabarcable. Una masa uniforme de casas, calles, un exceso de distancias. Para un chico de diez años eso es el desierto. El oasis era el barrio, con cada árbol saludándonos al llegar, cada casa queriendo ser reconocida y destacada. Con recuerdos escondidos en cada zaguán.

Una frontera

Para cualquiera que mira un plano de Buenos Aires, la esquina de El Cano y Cramer es solo una de las decenas de miles que hay en la ciudad. Para los que vivíamos en Belgrano, no. Cruzar el puente del tren, luego la avenida El Cano e internarse en ese barrio que ahí nacía (llamado “La Calabria”) era una experiencia de extramuros: salir de la ciudad cotidiana e internarse en otra , muy distinta. Era la diferencia- después lo supe- entre vivir en un barrio de clase media alta y uno de clase media-baja. De vivir en un barrio que mezclaba viejas casas inglesas con nuevos edificios de clase media en ascenso (“Belgrano es un país”) a hacerlo en una “barriada” de inmigrantes calabreses, con sus casas diversas, algunas con verjas oxidadas, jardincitos, enanitos de jardín, ingenuidad arquitectónica y vida más simple. De un lado: el dinero, la política, la economía, el prestigio, colegios ingleses, clubes, burguesías emergentes. Del otro Don Chicho, con su silla de mimbre puesta en la vereda para mirar a los vecinos. De un lado estar “in o out”, la moda, las marcas, la televisión, el Peugeot 403,el arte,el viaje a Europa, la literatura. Del otro, el tango, la radio, el mate. Nosotros- chicos burgueses- espiábamos a “los pobres” y nos reíamos de esa simpleza. Años después esa zona es apetecida por “nosotros”, los precios de sus viejas casas se fueron a las nubes y no es un “quemo” decir que uno vive en Freire y Virrey Arredondo.