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Friday, November 28, 2008

El judeoportugués

A veces cedo a la tentación de pensar como hijo de Israel, ahora que soy públicamente cristiano y el remordimiento no me deja dormir. Se que no es justo aparentar una cosa y ser, profundamente, otra. Aparentar creer en el Cristo Josuah y saber que él no quiso jamás fundar una nueva Fé y sí, equivocado, se creyó llamado por Di´s a reformar la Ley. Luego, otros se aprovecharon de sus ambiguas lecciones y fundaron una Iglesia Universal Romana que se dotó de Poder mundano y gobierna el Orbe, a sus Reyes y Señores.
Se que hago mal. No hay que agitar las brasas si no quieres avivar el fuego. Sé que debo agradecer al Señor la dicha de haber podido sobrevivir y prosperar. No debo ser tan exigente. Pero en el fondo de mi ser, muy adentro y lejos de la superficie, se macera un odio y una humillación permanente.

Llegué a estas costas a fines del siglo pasado. Un caserío miserable, un puerto inexistente, un triste fuerte y unas feas iglesias eran todo lo que se veía de la Ciudad de la Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres.
Yo, judío portugués, criptojudío, temeroso de la Inquisición, creyente en la Ley de Moisés aparentando un cristianismo que no sentía, me dispuse a ser señor de esa aldea olvidada.
Ya que las mieles de la contemplación religiosa y del estudio de la Ley me estaban vedadas, ya que el destino me ponía en este sitio apartado del mundo, ya que se me prohibía aparecer como era, dividida mi esencia de mi existencia, ya que me condenaban a ser como las sombras de la caverna de Platón, un mero y lejano reflejo de mi Ser, entonces obraría fríamente, sin amor por esa gente que me despellejaría vivo si conociera mi verdadera esencia judía. Esa gente, los “beneméritos” creían ser miembros de una aristocrática minoría: pero eran simples hijosdalgo a los cuales España arrojó a las costas lejanas, en busca de rápida fortuna y poder. Se aferraban a su lugar en las alturas de la pobre pirámide bonaerense: eran los caciques de una paupérrima aldea.
Y eran cabezas duras. Creían que el destino de Buenos Ayres debía ser tan solo el de cuidar las espaldas de la opulenta Lima, el ser una Plaza militar al servicio de su Majestad. Al servicio del Perú, pensaba yo.
De ahí esos aires de campamento militar que se olían apenas llegar: marchas, ejercicios, maniobras a la espera del ataque holandés o portugués. Para ellos solo cabía la propiedad rural, la Curia o la Administración Pública. Devaluaban el comercio y las profesiones, la ciencia y la poética.
Yo sabía, en cambio, que el futuro era el comercio: y el comercio estaba prohibido en este absurdo puerto. Buenos Aires no podía exportar ni importar ni una taza o una vela: ningún navío, de ningún lugar, ni siquiera de la propia España podía vadear su rada.
A poco de llegar supe que la gente, en el fondo sabía esa verdad: que el aislamiento, la ausencia de oro y plata y de indios, la soledad de esa planicie solo podía compensarse transformando a Buenos Aires en la gran entrada a las Indias por el Sur, en el camino alternativo al penoso recorrido de Lima a Panamá y de Panamá a Sevilla. En el Gran Puerto americano del Atlántico. Para eso trabajé en los años que me quedaron, para que los habitantes de Buenos Aires sean conocidos como “porteños”.
Fui contrabandista, mercader, banquero, jefe de partido, hombre fuerte del Cabildo, compré cargos, soborné funcionarios, lidié con el Gobernador Hernando Arias- tan honesto como equivocado-, arreglé con sus sucesores, introduje libros prohibidos, empezando por los de Erasmo y siguiendo con los Libros de la Ley, construí un palacio, la casa más grande y rica de la ciudad, platiqué con los Jesuitas - muchos de ellos tan cristianos como yo- listos para discutir sobre la Mishná y el Talmud. Me cartee con mis paisanos en Ámsterdam, organizamos el comercio de esclavos, la exportación de cueros y – más prohibida aún- la de plata proveniente de Oruro. Acumulé peso tras peso, hice obras de caridad, me casé con una hermosa cristiana vieja, hija de beneméritos, mezclando las sangres y conformando así una nueva etnia, extraña e imprevista: judíos ibéricos mezclados con cristianos españoles en tierras del Nuevo Mundo.
Ya en año de 1619 se alzaron voces pidiendo la instalación de un Tribunal del Santo Oficio en Buenos Aires. Por suerte, la insignificancia de esa plaza impedía concretar semejante gasto. Solo Lima y México podían darse el gusto de instalar esas horribles oficinas y realizar cada tanto siniestras fogaratas donde quemaban decenas de “judaizantes”. En eso Buenos Aires sería distinto y por eso llagaban a estas costas tantos compañeros del Brasil. Por eso hablaban de este puerto como “lleno de portugueses judaizantes”. Pero aquí, los que sabían, callaban y rogaban que el Rey no insistiera tanto con esas Cédulas Reales que exigían la expulsión de los portugueses de estas costas. Éramos el diablo, la corrupción, al Anticristo, la Sombra, el Otro, los enviados de Satanás…sí, pero también éramos los que traían riqueza a estas soledades, paños de Flandes, loza inglesa, cerámica de Talavera, adornos, telas, ideas y libros, vestidos, muebles, los que movían el comercio, los que enriquecíamos “ilegalmente” a Buenos Aires, transformándola en pocas décadas de un villorrio olvidado en un punto de destino de cientos de peninsulares. Los odiados judeoportugueses fuimos el primer médico y el primer maestro y el primer músico de Buenos Aires, el primer banquero y el primer mercader.
No creo que el futuro nos recuerde. Nuestras sangres mezcladas, nuestro profundo ser ahogado bajo capas de apariencias harán que desaparezcamos de la memoria de las gentes. Aunque quizás esa historia oculta explote algún día, surja libre y plena. Desvaríos de un viejo. ¿No?

Diego de Vega

Tuesday, May 13, 2008

Relato argentino

Relato de un accidente, ocurrido en circunstancias en que el occiso, en vida aun, manejaba su carro tirado por su viejo zaino, en subida, cuando de pronto concurrieron una serie de fenómenos curiosos e intensos: al principio una granizada feroz casi desnuca al zaino y obliga al occiso a refugiarse bajo un árbol. Una vez calmada la pedrea, sube nuevamente al carro y una nevada, como no se veía por aquí desde 1918 lo asalta de sorpresa. Atónito, el occiso duda si está en un sueño o en la opaca realidad, donde nunca ocurre nada destacable. La nevada intensa dura largos minutos y la nieve se acumula en el lomo del zaino y forma una capa blanca al interior del carro del occiso. El occiso , al fin, continúa viaje, contento en el fondo de poder contarle una historia a su mujer. A rato tuvo que detenerse ante lo que parecía un piquete de paisanos, gente poco acostumbrada a esos menesteres. Paro agrario, le explican, por las retenciones. Cuando lo dejan pasar cavila el occiso sobre exactamente qué son las retenciones. Pero no sabe que el destino se había ensañado con él en esa jornada. Mientras baja por la loma su visión se limita de pronto a dos metros: una mezcla de neblina y humo, proveniente de una quema insólita de pastizales del delta lo ha rodeado sin preaviso. En ese momento un bólido lanzado a doscientos kilómetros aparece ante la mirada atónita del caballo y el conductor, que son arrollados, estrujados, deshechos, descarnados, quebrados su huesos, aplastados su cráneos, alejados así, de pronto de la vida que si bien no era gran cosa (despertarse temprano, pasar por los talleres a buscar las bolsas de retazos , llevarlos al depósito de la empresa que los reciclaba, darle de comer al zaino, tomarse unos mates hablando con los encargados, comerse un sándwiche en alguna parada del campo, a la noche ir volviendo, preparar un asadito, jugarse algún truco y tomarse una ginebra, charlando con los amigos) era lo único que tenían, pobre pero honrada era su consigna.
Para colmo, mientras lo enterraban, una fina ceniza proveniente de un lejano volcán que hizo erupción justo ese día después de 9000 años, cayó sobre el cajón, blanqueándolo, antes de descender al abismo final.
Fin del relato. Archívese.

Saturday, April 19, 2008

Vecingos y ennemingos

Est inadmisible. Agora resulta que nos los Rumantianos, femos sido agrupados con llos Remontinos, como partes de um mesmo dialeto, el Rumón. Est absolutamente inadmisible. Soms com el dit e la nit, com l´aqua et l´olio. Los nos poethas, los nos heroes, los nos santos nos osservan desde los seculos y nos julgaram por nuessa cobarddia, nuessa debhilidat, nuosso abondon de lai tradicions rumantinas.
Toos saben que los rumantianos, a difference de los remontinos, femos parti del reyno de Rumma y que hace centennas d´annos que nos separamos del tronco romanno. En cambi, essos, los remontinos, sirveron como avanzadda de los romanns en nuessas comarcas, imponend la voluntat de esse Imperio deccadent. Los rumantianos ficimos frent a los intents d’ ácabar con la nuessa coltura por part de essos dengraciados. Amas essos dicen "nuessta" e nos deguems "nuessa", alem d´autras miles de differencas sostanciales entre nuessos idioms.
Claro que la cercania e el tempo ficieron que nuessas cumuidades s´acercaran, las muljeres de umos seducian a los hommes de l´autre. Enton, el diabli, les fizo fungirse en uma sola famiglie, cassi. Assim, seculo per seculo ambos povos se atrapallaron, se requemoraron, se apravuliaron just el point de que hoe, la Academia nos ha confundido en un ssolo idiom, un ssolo povo, una ssola coltura! Desgraza!
Juro por Dio, Pare de toos los povos que un remontino jamás casarase con nenssuna filia de mi!


Capuleto

Friday, January 25, 2008

La Especie Nueva

No les bastaba con el Hombre Nuevo, esa eugenesia social que pretendía “mejorar” la raza humana no ya mediante la selección de los mas aptos o de la raza superior, sino mediante la más sutil y antigua forma de manipulación de las mentes, a través de la “educación política”. No. Ahora, dotados de un poder diabólico, pretendían crear una Especie Nueva.
En efecto, cansado Dios de su tarea agotadora de atender los ruegos de miles de millones de seres humanos en pena, se decidió a acabar para siempre con esa especie. Para eso fue rodeándose de diligentes ayudantes: un señor austriaco que se encargó de 50 millones, un señor georgiano que cargó a unos 40 millones, un chino que pudo con 60 millones y varios pequeños demonios ayudantes: Pol Pot en Camboya, Kim il Sung en Corea del Norte, pequeños jefes politicos de Medio Oriente e incluso de Argentina.
(Habría que aclarar a esta altura que Dios y Satán son una única entidad)
Decidida la suerte de la humanidad, Dios convocó a los sabios a crear una nueva especie, a prueba de tristezas. Una especie con pocos sentimientos, gran sentido práctico y capacidad organizativa. Una sociedad perfecta, dirigida por sabios, tal como Platón la imaginó. Una maquinaria perfecta, a la manera de la Alemania Nazi, que sacó de la postración a ese país y casi domina el mundo. Un aparato de dominación espiritual de inspiración marxiana, a la manera del comunismo, aunque logrando una adhesión más sincera de la gente.
Pero lo fundamental era crear una especie que abominara del individuo y sus ridículos sentimientos. De eso estaba Dios aburrido: de novias abandonadas, viudas llorosas, madres sufrientes, viejos temerosos de la cercana muerte, bellas temiendo a la vejez, hombres angustiados por la pérdida de virilidad, politicos ansiosos por ganar la próxima elección, en fin , gente desesperada por el problema de diseño que no pudo prever cuando creó a Adan: un excesivo YO autoconciente, hipercrítico, con la muerte y la enfermedad siempre presentes, con pocas alegrías y muchos temores.
Debatían entonces las mentes lúcidas de la Humanidad para no repetir el error original: Marx, Hegel, Platón, Newton, Freud, Hume, Voltaire, Kant y muchos más se unían en largos debates tratando de convencer a Dios de las bondades de uno u otro modelo de Especie Nueva.
La clave era crear un ser sin deseos, pero lo suficientemente motivado para no echarse a dormir y abandonarse a la buena de Dios, con perdón.
Cómo unir ganas de vivir con perfecta ignorancia sobre la muerte que acecha al final?
Cómo juntar alegría con absoluta falta de sentido del humor, ironía y doble sentido?
Como diseñar seres perfectos, que no compitieran entre sí por el amor de aquella muchacha, la más linda del barrio?
Como crear creadores, sin rencores que acallar, penurias que remontar, deudas que pagar?
Cómo crear triunfadores, líderes, sin hambre de poder?

- Hagamoslos eternos, sin temor a la muerte..natural
- Pero posibles víctimas de asesinos
- Controlemos a los asesinos, quitemosle los deseos.
- Y como vamos a lograr que evolucionen, si les quitamos el deseo?-pregunto Freud
- Que no tengan necesidades. Que con poco alimento básico, pasto por ejemplo, puedan arreglarse
- Para alimentar ochenta kilos , tendrían que pastar quince horas diarias, no tendrían tiempo para crear cultura, mejorar la economía…
- No podemos violentar las leyes de la naturaleza, desgraciadamente. Sobre lo único que podemos actuar es sobre el cerebro: algun mecanismo que potencie la quietud y el contento y que reprima el conflicto y la angustia.
- Drogas, químicos, ansiolíticos, calmantes, narcóticos, anfetaminas
- Somíferos, quizás
- Que duerman veinte horas por día
- Y quien trabajaría?
- Esclavos, una subespecie de clones, sin alma , sin sentimientos, solo motivados por su amor al trabajo, a la recompensa de hacer bien la tarea.
- Y como lograr semejantes máquinas. No podemos inventar de la nada, violar las leyes naturales: ¿qué ser vivo ignora el juego, el amor, el descanso?

Así seguían discutiendo, décadas y décadas, mientras Dios los dejaba hacer, casi convencido de la inutilidad del debate.
Aquí abajo, mientras tanto, la gente se arreglaba como podía, cargando su angustia con dignidad o con ridículo, cayendo en cultos colectivos que exorcizaban el temor y los unían a entidades anónimas y omnipotentes: la Religión Verdadera, la Raza Superior, la Clase Destinada, la Mejor Nación, el Mejor Movimiento Político, la Mejor Filosofía de Vida, la Forma Más Natural de Vivir Ecológicamente, el Más Grande Líder.
Otros, con más humor y sabiduría, sabían que vivimos en solo uno de los millones de universos existentes, que somos un milagro casual y que hay que aprovechar cada instante fugaz para crear felicidad o ,al menos, su simulacro: una cena magnífica, esa canción que nos hace lagrimear, el primer hijo, mi mujer, mi madre, ganar un concurso, obtener un trabajo, cosechar un logro. Poca cosa. Muy lejos de la Nueva Especie que pergeñaban en el más allá.