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Saturday, April 29, 2006

La vuelta al perro

Paseo tres veces por día a mi perro - un hermoso y pequeño Biyon Frisé- por la plaza del barrio. Esta cotidiana obligación a veces se transforma en una tortura ( una salida a las diez de la noche bajo plena lluvia helada de Julio, o el agobiante paseo de las tardes en Enero). Sin embargo me las arreglo para que esta pequeña condena me sirva para algo: para pensar un nuevo trabajo, un negocio, para componer mentalmente un cuento, para observar cada rincón del parque, preocuparme por malezas, sequías o vientos feroces, por talas municipales, por suciedades que dejan.
Observo entonces a la gente con más detenimiento que de costumbre.
Y la gente se repite: fundamentalmente, los que dan la vuelta al perro, como yo. El viejo oriental que pasea a sus dos boxers y con el cual trabajosamente me comunico, la señora apurada que deja suelto a su perrito negro, siempre colgada a su celular, la sirvienta que saca el pastor alemán, la gorda señora del Setter, la viejita que apenas puede contener al perrazo que siempre intenta comerse a mi pobre Biyón.
Me doy cuenta que con el tiempo se han armado grupos: empezando por las tres chicas (Biyón, raza NN, Coker) que se juntan y charlan contentas por pasar el rato al menos, intercambiando chismes o recetas. O un par de señores que comentan virtudes y defectos de razas caninas (uno con un Bulldog, otro con un Coker). Yo no rehuyo esos contactos pero no los busco. A veces, lastimosamente, cambio de recorrido para no toparme otra vez con el señor oriental o con la señora del Biyon Grande.
Últimamente la señora del Setter aparece siempre con un tipo a su lado. Me sorprendió, porque en cuatro años siempre la ví gorda, sola y apurada, como obligada a pasear a su mascota pero no muy feliz de observar…y ser observada. Es alta y enorme, aunque no fea. Cuarenta y pocos. Soltera evidente. Pero ahora se echó un novio, parece. Todos los días en mi salida de la noche los veo. A veces discuten como adolescentes, otras se charlan en voz baja y se sonríen. Pero en general hay tensión entre ellos. Se me ocurre que el tipo (más joven y delgado que ella) le está haciendo el verso. Que solo está ahí, con esa mole, por dinero. Ella vive en la torre de la esquina = es rica. El, morocho, flaquito…Todos mis prejuicios afloran en estos pensamientos de vuelta al perro. Ahí empiezo a filosofar: la vuelta al perro nos obliga a tomar contacto con el barrio, con las cosas de todos los días, las que no salen en la tele, o los diarios…y con los pensamientos que se generan a continuación.
Sigo. Estoy preocupado por la señora grandota. El tipo , es evidente , está con ella por interés. Ya lo dije. Lo repito. Pero a ella , a pesar de todo, se la ve bien: Mujer, sonríe, se le ilumina la cara aun cuando discute, tiene TEMA. Dejó de ser la solitaria señora grandota y ahora nos muestra a todos su pareja.
Bien.
Hace unas semanas pasé a su lado como siempre, y pude escuchar una frase aterradora: “La matamos y listo”. Lo decía ella con frialdad, como quien recomienda un matahormigas: “Rais, las mata y listo”.
Se fueron y no pude escuchar nada mas.
Pensé:
UNO: llamar a la policía e impedir ese asesinato
DOS: seguir investigando un poco, tener alguna pista algo mas cierta antes de ir a la seccional 53
TRES: olvidarme del asunto
Yo, de naturaleza contemplativa y poco práctica, opté por la opción tres, la cómoda y despreocupada opción tres.
Seguí con mi habitual vuelta al perro, como si nada. Pero los veía noche tras noche pergreñando algo, conspirando, tramando un asesinato. Como en una absurda aventura de la tele, yo el cincuentón del Biyon trataba noche a noche de sacar alguna información, escuchar algo que redondee la situación: adoptaba de hecho el Plan Dos. Todo un logro para mi tranquila personalidad.

Ahora estoy más que preocupado. Alarmado, diría: hace varios días el que pasea al setter es el tipo; la señora, ausente.
Paso todas las noches a su lado, para ver-inocentemente- si pesco alguna pista, algún indico de la la verdad.
Ayer, mis temores se confirmaron: el flaquito apareció por la plaza acompañado de una chica joven, ambos abrazados y paseando al setter.
Los únicos que sabemos la verdad somos el perro y yo: pido consejos sobre qué hacer, Señor Comisario…

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