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Tuesday, April 24, 2007

Mancha

Lo veo por la pantalla de la tele, como casi todos los días, ya. Luce perfecto en su perfecta mediocridad: esa cara de buen militar latinoamericano, esa perfecta puesta en acto de lo que en potencia era ese ser apenas nació. Como diría Ortega y Gasset (que dijo algunas cosas más que “el hombre y su circunstancia”) Chávez cumple su destino de militar Latinoamericano a cabalidad, su belleza se ha extendido desde la potencia al acto de forma consistente y, válgame dios, perfecta. Chávez es perfecto en su odiosa fealdad milica latinoamericana. Uno al verlo se lo imagina – perfectamente- arengando a la tropas, departiendo con los subordinados, haciendo bromas de macho caribeño bajo los efectos de algún ron dulce, ahí tarde, después de cenas y prostíbulos, sin esposas formales a la vista, despachándose a gusto.

Lo veo por la TV, casi inmaculado, despotricando contra algo o bromeando contra alguien, Bush, el Etanol o algo así. De pronto le veo una diminuta imperfección. Como si el plano de su diseño hubiera incluido por error una pequeña cagada de mosca: marrón, alargada, fea. En la frente le veo una cagarrona de mosca, un grano insolente que viene a alterar los planes de perfección milica: ni un pelo de más, ni un bigote o barba castrista sino apenas ese corte de cabrón de cuartel, sin un pelo fuera de lugar.

Pero ahí está esa cagarrona, y sonrío.
Quizás, fantaseo, sea el comienzo de su fin. El tipo todos los días , a esas horas imposibles en que se levantan los militares, cinco o seis de la madrugada, se va a afeitar. Se mira en el espejo, sus aun menos de 50 años brillan en todo su esplendor, a excepción de esa diminuta cagarrona que le nació hace poco en la frente, a un centímetro de su casco de pelo.

Le preocupa. Lo angustia un tanto. Empieza a imaginar que le crecerá, le nacerán pelillos de esa mancha negra, su frente se irá cubriendo de a poco de ese cáncer negro y peludo que le atraerá la atención de la gente, ya aburrida de sus cuatro o cinco horas diarias de discurseo. Entonces la gente, el pueblo, el glorioso pueblo venezolano, empezará a entretenerse con su mancha. Será la comidilla: que está más grande, que tiene forma de pera o de manzana, que esta más amarronada, que se le notan unos pelos…
Nadie, al final, escuchará sus arengas. El Socialismo del siglo XXI, esa construcción retórica basada en el puro discurso y el novedoso expediente de estatizar empresas para transformarlas en burocracias aptas para amigos, empezará a menguar su entusiasmo. Atraerá más el acontecer de su mancha que las palabras incontenibles de su verba.

Y ahí me entusiasmo yo . Y llego casi a extrañarlo, quiero ver su bendita mancha, comprobar si crece, se desarrolla, se proyecta hacia el futuro, si envuelve ya la frente del Caudillo prefigurando su final y el de su socialismo pretérito e imperfecto.

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