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Saturday, January 27, 2007

Prólogo, prefacio, preámbulo o proemio


Palabras preliminares

Antes de hablar desearía decir algunas palabras, nos deleitaba años atrás un personaje de la tele (un mozo gallego de bar). Definía así el sentido del prólogo o prefacio: hablar antes de hablar, decir por fuera y antes del texto que se leerá, qué intenciones movieron al autor, el orígen de los relatos que se leerán, justificaciones o pedido de disculpas.

Exactamente eso es lo que no voy a hacer. Los textos deben hablar por sí solos. Sé de un autor argentino cuyos prólogos son enormemente superiores a sus forzados cuentos y me deleito leyéndolos ( a los prólogos) .

Algunos textos presentan un Prefacio y luego un Prólogo (vease http://www.unaids.org/bangkok2004/GAR2004_html_sp/GAR2004_01_sp.htm, por ejemplo). Esa exageración de preliminares podría fácilmente convertirse en un subgénero del humor literario: Dedicatoria, luego Palabras Preliminares, un Preámbulo seguido de Epígrafe, luego el Prefacio, después el Prólogo, seguido de un Proemio, luego la Introducción y por fin, hacia la página 127, el Capitulo Unico, de tres páginas.

Borges hizo un “Prólogos con un prólogo de prólogos”. Propone ahí el Gran Gracioso inventar un libro compuesto por “ una serie de prólogos de libros que no existen.”

En general, el exceso de circunloquios logra desviar al lector de su objeto de deseo, retrasar el acto cuasi sexual de empezar a leer finalmente el cuento o novela que compramos , robamos o pedimos prestado. Cada palabra de prologación nos separa un poco más del espontáneo goce y nos sumerge en preideas o prejuicios que oscurecerán, indudablemente, nuestra comprensión del texto. Nunca leo prólogos antes de el texto propiamente dicho; los leo después a fin de corroborar las impresiones causadas por la lectura. El prólogo es a la literatura como las presentaciones formales en una fiesta: uno entrevé la bandeja llena de delicias, pero antes de sumergirse en su consumo deberá departir con los anfitriones o con la suegra de mi primo o ser presentado al secretario del subministro de algo.

En fin, las buenas formas exigen estas palabras dilatorias.

Me toca entonces, ahora, escribir un Prologo sobre mis cuentos (demasiado) breves.

Prólogo

A mí me gusta escuchar la voz, la palabra que surge en el silencio, la oración que se hace un lugar, que encuentra el camino para salir a la superficie. Estuvo oculta mucho tiempo, y hoy, justamente hoy, vino a nacer. Al principio, como todo nuevo ser, no encaja demasiado bien en el mundo. Son dos perfectos desconocidos. Toda nueva oración obliga a algún cambio- a veces grande, por lo general casi imperceptible- en las cosas del mundo. Algunas frases cambian dramáticamente al mundo (“Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”, o “acaso soy el guardián de mi hermano” ). Otras, quizás como ésta que ahora nace, no tenga ese destino: será tan solo una oración modesta, acotada, circunscripta.

Pero sea como sea, el mundo se pregunta:¿ es honesta esta oración; hay verdad en ella, o solo ostentación.? ¿Hay sentido en ella? ¿Y claridad? ¿Es bella? ¿Servirá para que alguien se emocione, gane confianza, sea más rico, más completo, más humano?

Quizás toda nueva oración busca la eternidad: ser leída, tres mil años después de nacer, por un joven soñador, o por un niño con miedo.

Aunque luzca modesta, simple, cada nueva oración implica a todo el lenguaje anterior, lo resume, lo actualiza, lo proyecta.

Mis cuentos son breves, y breves son los actos sublimes de la vida: una declaración de amor, el orgasmo, un insulto mortal, el alumbramiento, la muerte.

La extensión poco tiene que ver con la profundidad o importancia. Un arte breve puede modificar toda la percepción del mundo que tiene un lector, inconmovible ante otras miles de páginas.

Lo contrario a lo breve no es, obviamente, inútil. Hay poemas breves y pretenciosos, hay cuentos fugaces e innecesarios. No es un problema de tamaño, pero sí de intención.

El enamorado de la forma breve sabe que apenas pide permiso para invadir la mente del lector por unos minutos. El juego es cuánto podrá cambiar mi lector en esos instantes. Si mi cuento se olvida, resbala hacia el abismo, de nada valió el intento, será un muerto más en la larga serie de vidas y muertes que presencia el planeta desde siempre. En cambio, si mi breve cuento conmueve, conmociona, emociona, indigna, entristece, ilumina, si puede ayudar a que asome una lágrima reprimida y casi olvidada , si logra una sonrisa, un recuerdo, si confirma una intuición, da forma a una idea, si modifica algo al lector, entonces quizás mi función en la vida se justifique. Mi breve cuento que modifica al lector, humanizándolo, me justifica. Ese es mi premio.


1 comment:

Anonymous said...

No funciona el enlace. Por lo demás, estupenda reflexión.