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Monday, December 26, 2005

Nuevo Premio


Estimado Esteban:
Te envío el listado de premios y menciones.


Premios Concursos

“Humor y expresión del cono sur de América”

Editorial Despeñadero – 7 de diciembre de 2005



Jurado

Grupo literario “Estación cero”: Lena Berardone, Edelmira Gallino, Alberto Parra, Gerardo Rean, Mercedes Rocca, Alcira Saldaña y Norma Troiano.



Concurso: Humor del cono sur de América

Categoría: Cuento




1º Premio

El día del arquero de Chevrolet

Eduardo Bigotti

Firmat. Santa Fe. Argentina.

2º Premio

Réquiem para un "Pulento"

Elizabeth Regina Ortiz Pizarro

Santiago de Chile. Chile



Menciones

1º Mención:

Vacaciones en el Atlántico

Beatriz Gamble

Ciudad de Buenos Aires. Argentina

2º Mención:

Vanagloria

Aymer Waldir Zuluaga Miranda

Medellín. Colombia.

3º Mención:

Calibre 38 y La desgracia de Tiburcio Tiburcio Sestuna

Juan Carlos Vecchi

Olavaria. Provincia de Buenos Aires. Argentina

4º Mención:

¿Dónde está la salchicha?

Esteban Lijalad

Ciudad de Buenos Aires. Argentina.

5º Mención:

No era su día

Mario Osvaldo Cortese

Comodoro Rivadavia. Chubut. Argentina.


Estimado Esteban:
Tenemos a tu disposición el diploma (4º Mención Categoría Cuento de Humor del cono sur de América) y el libro. No se si querés retiralos en nuestra oficina o que lo enviemos a tu domicilio.
Un cordial saludo.
Alcira Saldaña , Editorial Despeñadero

1 comment:

esteban said...

¿Dónde está la salchicha?
(4º Mención, Concurso de Cuentos de Humor, Editorial Despenadero-diciembre 2005)

Desde hace varios días la cocina huele a salchicha ahumada. Tanto, que todos mis visitantes- gente que recibo hospitalario- comentan apenas entran:
-Qué rico, humm, no sabía que había salchichas ahumadas con cerveza y chucrut para picar.
Sonrío, ensayo alguna disculpa y maldigo por dentro: en mi casa jamás hay salchichas ahumadas. Odio ese invento alemán y sigo sin entender por qué mi cocina apesta a salchicha. Me pregunto quien me ha jugado una broma.
Mi mujer, imaginativa y persistente, ya me ha señalado a varios posibles culpables. Porque de lo que estamos seguros es que alguien nos quiere fastidiar, alguien escondió en algún ignoto rincón de la cocina un oloroso y persistente pedazo de salchicha ahumada.
- Fue tu mamá, harta de que le despreciemos siempre los knishes. Seguro que dejó la salchicha detrás del horno, para que el calor multiplicara el aroma y se impregnara toda la cocina y parte del comedor... Esa...
- Podes dejar de decir estupideces -le digo amable-, siempre es fácil para vos meter a alguien de MI familia en problemas.
Lo malo es que la gente amiga comenta. Ricardo López llegó ayer y apenas entró me dice:
- Che, ¿hoy tampoco vas a servir las salchichas ahumadas? Me dijo Raúl que el viernes olió ese aroma irresistible acá pero vos, nada. Apenas le sirvieron un triste quesito y unas papitas como toda entrada. ¿Para quién las reservás?
Decidimos que nuestro perro, criatura débil y tímida, pero cuyo sentido del olfato es impecable, emprenda la búsqueda de la salchicha. Misión imposible ya que el cánido necesita una pista, oler una salchicha real para buscar la oculta y virtual. Conclusión: compro una salchicha ahumada, grande, jugosa, olorosa.
Mi vecino de enfrente, comparte el viaje en ascensor. Me sonríe cómplice.
-Mmm así que esta noche salchichas ahumadas ¿no?
- Grrs mm...sss – contesto en mascullán básico.

Cuando entro, el perrito me salta encima : se cae el paquete, lo muerde y escapa a devorar el contenido en el balcón. Llego tarde. Le explico
- Viste el olorcito de lo que acabas de comer, bueno ahora andá y buscá más en la cocina.
El perrito tuerce la cara como siempre hace cuando le hablo, saca la lengua y me lame el zapato, estúpidamente.
Tocan el timbre. Es el vecino, curioso y picado por el hambre.
- Che, no tendrán un poco de....Hmm, ¡qué olorcito! Esa salchicha ahumada que bien huele. ¿No habrá nada para este pobre y hambriento vecino?
Le cierro la puerta en las narices y grito una maldición en yiddisch y gitano del sur.
-Para mí que TU hermana, que el otro día se enojó con MI hermana, tiene algo que ver en el asunto. Lo digo al azar, para devolverle a mi mujer lo que me tiró sobre mi vieja.
- Querido, no rompas.

Llamo al portero y entre ambos nos ponemos a desmontar todos los muebles de la cocina, empezando por la cocina- el aparato para cocinar, digo -. Después de media hora esa cosa ruidosa y oxidada sale, dejando ver años de roña acumulada entre los intersticios, un mundo de cucarachas y hormigas, siempre grasoso, pegoteado de polvo. El lugar más inmundo de la casa, el más íntimo, ahora al alcance del portero y, cuando no, de mi vecino que consiguió filtrarse otra vez en mi cocina.
- Che, que asco, ¿no? -me dice el maldito
- Grrs mm...sss – contesto , nuevamente, en mascullán básico.
- Acá no hay nada- me dice Jorge, el encargado- ahora le voy a desmontar la bacha y mañana las alacenas. Hay para varias horas.
- Pero, ¿dónde está la salchicha? -pregunta ahora mi hijo de nueve años.-Tengo hambre pa.
- Deje, Jorge, yo me arreglo -le digo mientras le doy cinco pesos, no sabiendo si es mucho o nada, nunca sé cuánto hay que darle al tipo por las changas que hace.
- Nunca comí salchicha ahumada, pa. ¿Por qué? Los otros chicos siempre comen salchichas ahumadas y yo no! ¿Qué tienen de malo?
Suicidio, o peor: asesinato - filicidio quizás. Son ideas que deambulan por mi cabeza desde hace un rato
Llama Mamá
- Nene, ¿queres que te traiga knishes el domingo?
-Noooo -aúllo sin sentido
- ¿?
- Perdoname, Mami. ¿Vos no sabes si la salchicha ahumada deja mucho olor?
-¿?
- Dejalo ahí.
- Me lo temía - dice, enigmática.
- Que cosa.
- Nada, Nene.
- Sí, algo me queres decir.
- Nada, que tu mujer siempre te convence.
- ¿De qué, Ma, de qué me convence Eugenia?! ¿Me podes explicar de qué carajo me convence?!
Mi hijo me mira, asustado. El vecino se hace el desentendido y Jorge recoge sus herramientas y saluda, sonriendo oscuramente. Eugenia me mira como loca. Debo estar rojo, excitado, las venas estallándome.
– Nene, Leonardo, cuidá el lenguaje con tu Mamá. No me importa que tengas más de cuarenta años, sigo siendo tu Mami, ¿no? Y no me grites...- solloza, sé que va a llorar, así que mascullo:
-Grrs mm...sss- y le corto.
Silencio

***
Dos días después, tocan el timbre.
Delivery. Una rebosante bandeja llena de salchichas ahumadas, con una tarjeta dedicada. La abro.
“ Para la pareja más pijotera de Argentina, en prueba de nuestra insobornable amistad”
Firma. Ex - amigos de la familia Moguiliesky
Nunca apareció la puta salchicha.